lunes, 6 de diciembre de 2010

Sueño

Soñé que era parte de una trama de personajes míticos, con la extraña sensación de que mi historia era el vórtice de una historia universal. Había alguien más, un compañero de aventuras, partícipe del secreto milenario que sólo conocíamos a medias. Recuerdo escenas en que estábamos juntos, mirando con desconfianza a los demás, sabiéndonos cercados por la conspiración. Luego nos separábamos; íbamos en un tren y, al llegar a destino, ya no podía encontrarlo. Alguien me decía que, por alguna calamidad, él había desaparecido, que no debía esperarlo. Yo sabía que esto era parte de la conspiración, yo conocía de a ratos el secreto: las piezas iban a alinearse otra vez, la historia llegaría a buen final. Entonces, la trama comienza a girar sobre sí misma. De repente, miro a mi alrededor y otra parte del secreto se aparece en mi mente con toda claridad: me doy cuenta de que, ante la desaparición de mi partenaire, el destino se había procurado un nuevo representante, en una especie de reencarnación instantánea. Me doy cuenta de que estamos siendo reemplazados, en la búsqueda eterna de la combinación definitiva. Así la historia asegura su supervivencia, reimprimiéndose arbitrariamente en distintos sujetos. Esta vez fue su turno (o quizás fue él quien bajó del tren para cruzarse con otra heroína casual).

Cuando me desperté, pensé inmediatamente en el Mahjong, donde hay muchas piezas iguales, pero sólo ciertas combinaciones liberan el camino hacia el desenlace del juego. Siempre me pregunté si existirá alguna técnica o estrategia para conocer cuáles son las combinaciones acertadas que permiten resolver el rompecabezas hasta el final. O será que todo depende del inescrutable destino?

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Elogio de la lentitud

¿Cuándo fue que perdí la paciencia? ¿Cuándo dejé de tolerar el presente, por andar imaginando caminos que se bifurcan en mil direcciones? Ahora resulta que todo me parece una pérdida de tiempo: tengo que regar las plantas y, apenas empiezo, ya estoy pensando en cuándo termino (qué cantidad de plantas tiene mi vieja, para qué cuernos sirven todas estas plantas, a esas de allá arriba no las pienso regar). Salgo del trabajo y parece cuestión de vida o muerte andar a las corridas hasta el subte y subir en el vagón que me deja exactamente frente a la salida más próxima a mi destino. Todas las filas me molestan, los semáforos me exasperan. Y yo me pregunto ¿para qué estoy reservando todo este tiempo?, ¿qué cosa más trascendental se supone que tendría que estar haciendo? Salvar al mundo, derrotar a los 7 malvados ex's de Ramona Flores? Basta, mil veces basta. Voy a calentar mi comida en el microondas y prometo esperar a que termine el proceso y suene el reloj. Lo prometo.

martes, 16 de noviembre de 2010

Corre, Nina, corre

Ay ay ay, en días como hoy me pregunto si podré tolerar esto por mucho más tiempo: las reuniones inútiles, las discusiones sobre el punto o la coma, las máscaras.
¿Qué estoy haciendo acá? Ah, cierto, pagando las expensas, las entradas a recitales, los cientos de libros…

Uff, déjenme sola con Benjamin
http://listen.grooveshark.com/#/search/songs/?query=benjamin biolay

jueves, 28 de octubre de 2010

Breves

El cuerpo. Pensar en el cuerpo: con qué alimentarlo, mantenerlo, vestirlo, curarlo, agotarlo, darle placer.
El cuerpo tirano. La mente, esclava.

jueves, 21 de octubre de 2010

Rarezas cotidianas

· Combino involuntariamente las medias con la ropa que llevo puesta (remarco lo involuntario de este proceso, es decir: agarro el primer par de medias que encuentro limpio y siempre resulta que combina con lo que tengo puesto)
· Cada vez que pierdo un colectivo o medio de transporte, empiezo a repasar mentalmente las cosas que podría no haber hecho y que me hubiesen ahorrado los minutos necesarios para llegar a tiempo.
· Me gusta comer los bordes del pan lactal y las galletitas rotas (de hecho, cuando compro un paquete de galletitas, lo trituro primero)
· Desde que vivo sola, usé el microondas dos veces. Y ambas para calentar agua (porque me molesta gastar los fósforos)
· Me molesta gastar los fósforos (culpo de esto a mi madre, quien prefiere dejar encendida la hornalla antes que prender otro fósforo)
· Cada que “voy de shopping” con la intención de comprarme algo de ropa, termino comprando libros.
· Le tengo miedo a las puertas giratorias.

lunes, 18 de octubre de 2010

Inconsciente

Soñé que ascendía una cuesta imposiblemente empinada. Iba en auto con algunas personas que no recuerdo. El auto ascendía lentamente y a veces se detenía en medio del ascenso casi vertical. Entonces pensaba que la caída era indefectible, sentía miedo pero, al mismo tiempo, tenía la certeza de que iba a estar bien, como siempre. Ahora que reflexiono, me doy cuenta de que arrastro en mi inconsciente una idea por demás descabellada: pienso que nada realmente malo puede pasarme porque nada realmente bueno me sucede tampoco. Me sorprende la estupidez de este pensamiento, mucho más evidente al verlo escrito. No quiero ser quejosa o mal agradecida: reconozco que tengo opciones y libertades que muchos no tienen. No estoy enferma, no tengo carencias materiales, no estoy totalmente sola en el mundo. Y sin embargo, hay algo que se me niega, algo que espero hace demasiado tiempo y sigue sin pasar por mí…
Y como creo que el universo es esencialmente justo, siento que estoy a salvo, bajo el amparo de los que no conocen la felicidad ni la desdicha.
Así es que sigo probando mi suerte, caminando sola por calles desiertas, paseando con desconocidos por países desconocidos, subiendo cuestas verticales imaginarias…

viernes, 17 de septiembre de 2010

¿Es lo mismo?

"...sólo quería preguntarles: en la próxima vida ¿quieren estar juntos o prefieren no volver a encontrarse?"
Agnes sabía que esa pregunta iba a llegar. Ese era el motivo por el cual quería estar con el invitado a solas. Sabía que en presencia de Paul no sería capaz de decir: "Ya no quiero estar con él". No puede decirlo delante de él y él no puede decirlo delante de ella, aunque es probable que también diera prioridad a intentar su próxima vida de otro modo y sin Agnes. Sólo que decir en voz alta en presencia del otro: "Ya no queremos estar juntos en la próxima vida, ya no queremos encontrarnos", es lo mismo que si dijeran "Entre nosotros no existe ni ha existido amor". Y eso precisamente no puede ser dicho en voz alta, porque toda su vida en común (veinte años ya de vida en común) está basada en la ilusión del amor, en una ilusión que ambos cuidadosamente alimentan y vigilan. Y por eso cada vez que se imagina esta escena y llega hasta la pregunta del invitado, sabe que capitulará y dirá contra su voluntad, contra su deseo: "Sí. Por supuesto. Quiero que en la próxima vida estemos juntos".
Pero hoy es la primera vez que se siente segura de que en presencia de Paul encontrará el valor de decir lo que quiere, lo que de verdad en lo más profundo de su alma quiere; está segura de que tendrá el valor, aún al precio de que todo lo que habia entre ellos se hunda.
"Preferimos no volver a encontrarnos". Estas palabras son como un portazo a la ilusión del amor.
La inmortalidad - Milan Kundera

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Abandónica

Se supone que uno no debería abandonar a sus amigos, o al menos eso pensaría cualquier persona socialmente adaptada y de buenas costumbres, entre las cuales me incluyo. M y yo fuimos amigas de acuerdo a esas mismas convenciones. Compartimos muchas experiencias, convicciones, desalientos, rencores. En todo el tiempo que duró nuestra amistad yo sentía esa presión sobre mi cabeza del no abandonarás a un amigo: ese había sido mi compromiso conmigo misma y con ella, sin importar lo que dijeran las circunstancias. Sabía que no sería fácil, por la propensión de M a entrar en ciertos períodos oscuros en los que se olvidaba de mi existencia y de los que emergía dolida y heroica (su vida siempre parecía mucho más difícil que la de cualquier hijo de vecino). Pero yo cargaba el estandarte autoimpuesto de que no la abandonaría, porque así debían de comportarse los amigos.
Sin embargo, no cumplí. Si bien le había asegurado que, aún después de las desavenencias, las desapariciones, los reclamos y demases, yo iba a estar esperando al final del túnel, no lo hice. Como un río que se queda seco de repente, un día me propuso reencontraros después de algún tiempo de distancia y no encontré respuesta para darle. Nuestra amistad había quedado vacía de sentido como una casa abandonada. Así nomás y sin mediar explicaciones, se interrumpió nuestra comunicación y no volví a saber más de M ni ella de mi. Al principio, transcurrían los días y me parecía que sólo estaba buscando las palabras para contestarle, quizás para asentir, quizás para dar lugar algún berrinche. Pero nada tenía sentido, todo era tedio.
A veces pienso cómo sería volver a encontrarnos casualmente en algunos años, meses o semanas. Quizás el rencor desaparezca, para dar lugar a la indiferencia o la curiosidad. Creo que ya no siento culpa por haberla abandonado: honestamente y más allá de mis mejores intentos, no pude encontrar ningún eco para su llamada.
Así que pensé en rendirle este pequeño homenaje. A una amistad abandonada, un juicio sin condena, o una condena sin castigo.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Dénme mi cuento de hadas, malditos!

Quisiera que alguien me explique por qué me gusta tanto esta pelicula y por qué cada vez que la veo espero ilusamente que el final sea distinto.

No consumo comedias románticas, no sé ni cómo llegué a ver esto (quizás porque me gusta Joseph Gordon-Lewitt o por la banda de sonido, que es de lo más genial), tampoco suelo volver a ver demasiadas películas, pero esto es la excepción a toda regla. Y lo peor es que creo que la vuelvo a ver por el empecinamiento en que el final sea otro, por creer infantilmente que esto no puede/debe pasar. Pero pasa, sí que pasa.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Gente de oficina - cosas que me molestan, volumen I

  • La gente que pasa cerca de tu box y estira el cogote para mirar tu pantalla, obligándote a hacer movimientos rápidos de alt+tab.
  • La gente que gesticula mientras tipea.
  • La gente que corre hasta la impresora o que se traslada corriendo por los pasillos –¿hay alguna cuestión de vida o muerte que pueda ocurrir en una oficina?
  • La gente que desliza términos en inglés mientras te habla en castellano.
  • La gente que te manda mails por cuestiones idiotas aunque estén sentados en el box de al lado. También me molesta la gente que escribe en el encabezado en vez de escribir en el cuerpo del mail.
  • La gente que acarrea llaves y van por la oficina haciendo ruido cual serpientes de cascabel.
  • Las minas que se visten como si esto fuera un evento de modas o un cocktail - esto es una oficina. Sí, es en Puerto Madero, pero sigue siendo sólo una oficina.
  • Las secretarias que hablan por teléfono sobre su vida sentimental y te obligan a escucharlas. También me molestan las secretarias que se pasan medio día en el baño maquillándose y el resto del día, en la cocina preparándose café. Bueno, me molestan las secretarias en general, sobre todo si tienen voz chillona.

martes, 7 de septiembre de 2010

Mentiras y misceláneos

No es fácil mentirme. No quiero decir que sea tan lúcida que siempre detecte las mentiras de los otros, todo lo contrario. Quiero decir que mi nivel de autoengaño es tal que probablemente termine asumiendo la mentira ajena como propia. O mejor dicho: le encuentro tantas aristas a las situaciones y relaciones que, en mi cabeza, la verdad y el engaño van de la mano, revolcados en un merengue y, en el mismo lodo, todos manoseados, como dice el tango.
De todos modos, hoy tengo la certidumbre de que me mintieron. Y creo que nunca antes había experimentado esta decepción.
¿Se supone que uno debería sentirse mejor cuando le mienten para no herir sus sentimientos? No sé, no entiendo nada.


Menos mal que estos días primaverales me están haciendo imposible deprimirme y además, no puedo negar el entusiasmo por las próximas vacaciones! Doy pequeños saltitos en la silla, me río sola y me trago los chicles, sii! me voy, me voy!!!

viernes, 3 de septiembre de 2010

Hoy le juego al suicidio

Viernes, día de abandonar el país vecino y regresar al hogar. Infinidad de trámites y nimiedades que resolver: completá este formulario, hacé esta fila, firmá acá, pasá tus cosas por allá. Siento que estoy en una cinta de producción masiva y voy a salir empaquetada o transformada en algo extraño. Al menos no hace falta pensar demasiado, sólo hay que entrar en el circuito y dejarse llevar.
Tomamos un taxi al aeropuerto y yo voy entrando en trance, ya me imagino con los pies en la cinta transportadora. El chofer tiene un acento que nos suena familiar: es argentino. Esto genera una complicidad obvia: respetamos y hasta admiramos al país vecino, pero somos argentinos y nos gusta serlo, qué demonios. El taxista nos cuenta acerca de su vida acá y sus ganas de volver a Buenos Aires. Le preguntamos a qué se dedicaba allá (o acá, mejor dicho) y nos cuenta que él hace teatro, Si, él escribe, produce y actúa. Aparentemente, las cosas no le fueron bien en el país vecino (acá la gente no se interesa en el teatro, dice), pero en Buenos Aires es bastante conocido y hasta cita como amigos entrañables a una serie de actores de primera línea. La pregunta que sigue es ineludible: "¿Por qué viniste a vivir acá"?. La respuesta, imprevisible. "Se suicidó mi mujer, y yo tenía que salir de Buenos Aires", dice. Silencio. Pasemos a otra escena.
Estoy por fin con los pies en tierra bonaerense. Gracias a Dios por haber sobrevivido una vez más al acto innatural de viajar a 10 mil metros de altura, gracias. Otro taxi me espera para llevarme a casa. No conozco al chofer, pero me cae simpático. Usa lentes gruesos y habla muy suace. Es algo parsimonioso, me pregunta mil veces si estoy cómoda. Conversamos sobre lo que hago, si viajo mucho y esas cuestiones. Me dice: "mi padre fue síndico, muy reconocido, los jueces lo nombraban en todas las causas importantes". Habla tan bajo que su voz se pierde entre los ruidos de la calle y la incipiente llovizna. Me esfuerzo por escuchar, pero igual percibo sólo fragmentos de la historia: "también enseñaba en la facultad, tenía más de 40 títulos (?)"; "...un excelente profesor, nunca regalaba una nota". Mientras trato de aguzar el oído para poder responder algo coherente, voy pensando en el chofer, hombre maduro, entusiasmado hablando de su padre, hasta con cierta solemnidad. Yo sigo observando el mundo desde la cinta que corre bajo mis pies, mientras espero que se complete la transformación.
Cuando vuelvo a prestar atención al discuso del taxista, lo último que escucho es: "Era un hombre brillante, mi padre...se suicidó hace tres meses"

jueves, 2 de septiembre de 2010

Cruzando las fronteras del otro, sin invitación

Ayer vi Let the right one in y me recordó una característica registrada en la mitología vampiresca que siempre me llamó la atención. Me refiero a eso de que el vampiro debe ser invitado a entrar y si cruza esa línea sin invitación le suceden cosas, cuanto menos, desagradables.
Así es que empecé a trasladar esta idea a mi cruda realidad y recordé cuántas veces me veo tentada a invadir los pensamientos ajenos, tecnología mediante. Quizás esta es una debilidad más afín al género femenino, entiendo que los hombres sufren de una deficiencia de atención alarmante en este sentido y nunca se dan cuenta del delicado entramado de pensamientos y conspiraciones que puede haber detrás de un nick de msn y un estado en fb (tomen hierro y espabílense, muchachos!). Pero lo cierto es que, al menos yo, tengo una habilidad sorprendente para interpretar estos signos que voy recopilando de aquí y allá, en el universo de tecnologías con que nos imaginamos más conectados, para luego crear un precioso patchwork que me permita inferir cómo piensa el otro.
Y muchas veces, el resultado es, al igual que en la imaginería chupasangre, desagradable. Vemos cosas en el otro que no queríamos ver, nos sentimos engañados, decepcionados. Queremos cerrar el libro malo y guardarlo en la heladera, como hacía Joey, de Friends, para no leer el final de Mujercitas.
Pero reincidimos, indefectiblemente, porque queremos demostrarnos que estábamos equivocados, así que desplegamos los retazos y rearmamos el rompecabezas, a ver si esta vez nos sentimos más conformes con el resultado.
Dicen que la observación modifica al sujeto, su comportamiento nunca es el mismo si se sabe observado. Por eso pienso que cruzar las fronteras del otro, sin invitación, es un experimento que puede ser peligroso y engañoso, como mínimo. Y, sin embargo, el mecanismo está tan internalizado en mi, que ya funciona independientemente de mi control y casi tiene la rigurosidad de un método científico: recopilar información, relacionar, formular tesis y antítesis…es un ejercicio siniestro, si.
Por las dudas: no me dejen entrar!

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Puff

Esta manía de saberme ángel,

sin edad,

sin muerte en qué vivirme,

sin piedad por mi nombre

ni por mis huesos que lloran vagando.

¿Y quién no tiene un amor?

¿Y quién no goza entre amapolas?

¿Y quién no posee un fuego, una muerte,

un miedo, algo horrible,

aunque fuere con plumas,

aunque fuere con sonrisas?

Siniestro delirio amar a una sombra.

La sombra no muere.

Y mi amor

sólo abraza a lo que fluye

como lava del infierno:

una logia callada,

fantasmas en dulce erección,

sacerdotes de espuma,

y sobre todo ángeles,

ángeles bellos como cuchillos

que se elevan en la noche

y devastan la esperanza.

(Exilio - Alejandra Pizarnik)

martes, 31 de agosto de 2010

Ampliación del campo de batalla

“Definitivamente, me decía, no hay duda de que en nuestra sociedad el sexo representa un segundo sistema de diferenciación, con completa independencia del dinero; y se comporta como un sistema de diferenciación tan implacable, al menos, como este. Por otra parte, los efectos de ambos sistemas son estrictamente equivalentes. Igual que el liberalismo económico desenfrenado, y por motivos análogos, el liberalismo sexual produce fenómenos de empobrecimiento absoluto. Algunos hacen el amor todos los días; otros cinco o seis veces en su vida, o nunca. Algunos hacen el amor con docenas de mujeres; otros con ninguna. Es lo que se llama la “ley de mercado”. En un sistema económico perfectamente liberal, algunos acumulan considerables fortunas; otros se hunden en el paro y la miseria. En un sistema sexual perfectamente liberal, algunos tienen una vida erótica variada y excitante; otros se ven reducidos a la masturbación y la soledad. El liberalismo económico es la ampliación del campo de batalla, su extensión a todas las edades de la vida y a todas las clases de la sociedad” (Houellebecq)


Sé el primero, diferenciáte, dejá atrás al resto: la vida moderna es un campo de batalla. No sólo nos queman el cerebro con el marketing y los gurúes de la autoayuda, sino que nosotros mismos pensamos de acuerdo a esa lógica perversa: queremos tener las mejores cosas, estar con las mejores personas. Las empresas contratan a los empleados más calificados, las mujeres eligen a los hombres más lindos e inteligentes. Hay demasiadas opciones, demasiados derechos que ejercer.
Yo sólo quisiera experimentar el vacío y despertarme sin saber qué es lindo o feo, qué es primero y último.

lunes, 30 de agosto de 2010

Instrucciones para decir "te quiero"

Concéntrese, pero no lo piense demasiado.
No especule, no haga cálculos probabilísticos ni consulte oráculos.
No se disculpe, que el amor no ofende a nadie.
No deje pasar el tiempo, no ponga excusas, no busque el momento perfecto.
No se declare el fracaso de antemano, ni se pierda en ensoñaciones prematuras.
Sea claro y consecuente, abra su boca y diga: te quiero.
Luego afronte las consecuencias, pero, por el momento, no se olvide de disfrutar la delicada sensación de haber reducido aunque sea un poco la distancia entre su mundo interior y el mundo real.

sábado, 28 de agosto de 2010

La novia errante

A mi novia le gusta desaparecer. No me malinterpreten: no estamos atravesando una crisis, ni nada parecido. Digo que a mi novia siempre le gustó perderse y esto encaja perfectamente con su personalidad, que ya conozco muy bien. La conocí por casualidad una tarde en que había salido a caminar por el parque. Recuerdo que me detuve a observar a una familia que daba de comer a las palomas. Pronto se vieron rodeados de pájaros; algunos hasta se posaban sobre sus hombros y cabezas. El aleteo de las palomas siempre me resultó un poco atemorizante, así que me quedé contemplando de lejos la escena, y entonces la vi. Había abandonado la lectura de un libro para mirar a la familia invadida por los pájaros. En su cara se dibujaba una mueca mezcla de asco y temor. Sonreí al verla porque pude imaginarme que estaba pensando lo mismo que yo. Instintivamente, fui y me senté a su lado. No suelo abordar a desconocidas, pero ese día estaba como poseído por la claridad del aire y los aromas de la tarde. Así fue como empezamos a hablar y desde ese día no dejamos de vernos. Excepto cuando ella desaparecía. Sin mediar conflicto o discusión alguna, pasaban los días y no sabía nada de ella. La llamaba por teléfono y no había respuesta; la buscaba en su casa y nadie atendía. Hablaba con sus amigos e incluso sus pocos familiares, pero nadie sabía nada. Y nadie se preocupaba tampoco: parecía que estos lapsus eran algo como su sello personal. Después de un tiempo, volvía como si nada hubiera pasado. Retomaba nuestra relación como si nos hubiésemos visto el día anterior; hasta incluso recordaba nuestra última conversación y hacía comentarios como quien se queda con algo en la punta de la lengua y llama luego por teléfono para decírtelo. Las primeras veces me extrañaba mucho su comportamiento y trataba de sonsacarle una explicación. Pronto me di cuenta de que no podía: era algo tan natural para ella que no había palabras que traigan luz sobre sus motivaciones. Simplemente levantaba sus hombros con expresión desconcertada y volvía a insistir con la conversación que habíamos dejado inconclusa. Debo decir que soy una persona muy paciente y es casi imposible hacerme enojar. Sabía que todo esto era muy extraño e inaceptable, pero cuando observaba la transparencia de su mirar y su expresión casi suplicante, no podía rehusarme. Así que continuamos con nuestra relación. Cada vez que pensaba en ella, se me venía a la mente el recuerdo de esa tarde en que nos conocimos y todo parecía suspendido en una extraña calma, cálida y ausente de palabras. Esta imagen estaba tan pegada a mi retina que, en las épocas de su ausencia, sólo me bastaba cerrar los ojos para sentirla cerca. Seguro que todo esto te resulta muy raro, pero muchas veces las relaciones humanas se basan en una delicada conjugación de elementos extraños, irrepetibles, que nos subyugan y atan a la persona amada. Así me sentía yo, para qué negarlo: orgulloso de mi novia errante y del absurdo entendimiento que nos unía.
Así que decidimos irnos de vacaciones a la playa. Ella estaba radiante, intoxicada por la brisa del mar y las puestas de sol. Nos divertíamos jugando como dos nenes, retozando bajo el sol y riéndonos de cualquier cosa. Su risa era tan infantil y melodiosa que me recordaba el cantar de los canarios que tenía en mi infancia. Nunca viví días tan hermosos.
Esta madrugada, me desperté sobresaltado, quizás algún mal sueño o una oscura premonición. Me di vuelta hacia su lado y vi que no estaba. La llamé, pero no contestó. Salí a buscarla por la playa, pero estaba demasiado oscuro y no se veía nada. Volví a entrar y me serví media copa de vino para tranquilizarme. No sé por qué, pero esta vez su ausencia es distinta. Cierro los ojos y no puedo ver su imagen sentada en el parque, mirando con desconfianza a las palomas.
De todos modos, la espero.

jueves, 26 de agosto de 2010

Gitana

- Saca un billete y arróllalo en tu mano frente a este huesito santo -le dijo la gitana –.

Empezó a hablarle justo cuando Ella se había sentado cómodamente en un banquito para mirar el mar y comer una breve merienda. Se había encaminado hasta ese lugar casi sin pensarlo, en un arrebato que le había propinado una buena dosis de optimismo. Estaba en ese lugar desconocido cumpliendo con unas obligaciones laborales, así que la posibilidad de disfrutar de un momento agradable robado a la rutina diaria le hacía sonreír por dentro. Buscó un lugar tranquilo, lejos de los transeúntes que iban y venía por la costanera, se sentó y consumió su café, sorbo a sorbo.
Y entonces apareció la gitana. Empezó pidiendo algo que fumar o comer, Ella le dio algo de su merienda porque nunca había sido capaz de negar lo inmediato y hasta le parecía un privilegio poder compartir algo suyo con un extraño (curioso pensamiento). Entonces la gitana le mostró un manojo de cartas gastadas y le pidió que saque una, en agradecimiento. Y Ella lo hizo, arrepintiéndose al instante.

- Esta carta me muestra que eres una persona buena, que tienes un buen trabajo, pero ese dinero que llevas, no es tuyo –dijo-. Hablaba demasiado rápido, Ella estaba confundida.
- Has sufrido muchas decepciones, te han engañado, tienes muchas deudas – continuó la gitana- La gente te envidia, eres linda, te han echado una maldición.

Soltaba todas estas cosas como una catarata, sin dejar de mirarla fijo a los ojos. Ella empezaba a ponerse nerviosa: nunca había considerado a la suerte como un factor que incida en su vida o en sus decisiones, así es que todo esto debería resultarle indiferente y, sin embargo, le producía cierto temor.

- Es que no creo en estas cosas –Ella trató de explicar-. Le agradezco, pero mejor me voy.
- Saca un billete y arróllalo en tu mano frente a este huesito santo – le dijo la gitana, sin escucharla-. Así te vas a sacar esa maldición, porque ese dinero no es tuyo y el dinero es una ilusión.
- No, ya está bien, yo…voy a estar bien…- balbuceaba, mientras se levantaba para irse.
- No me dejes con la suerte a medias, niña, o voy a tener que maldecirte. Toda esta gente te envidia – dijo, señalando a los desconocidos que pasaban por el lugar y ahora la miraban extrañados-. Vas a sufrir y todos se reirán.

Ella ya caminaba dándole la espalda, acelerando el paso por esas calles desconocidas. Se sintió inmediatamente mejor, después de haber salido de ese encuentro desafortunado. Las palabras de la gitana se le arremolinaban en la mente, mezclándose sin sentido. Empezó a deambular sin rumbo, las caras de las personas que veía le resultaban algo siniestras. “Toda esta gente te envidia”, había dicho la gitana.
Después de un rato de andar sumida en sus pensamientos, se dio cuenta de que no sabía dónde estaba. Quiso preguntarle a alguien que pasaba caminando con cierto apuro, pero las palabras salieron atropellándose unas a otras y así también vino la respuesta del desconocido. Esa incomunicación le dejó un sabor amargo en la boca.

- ¿Será que ahora las cosas van a empezar a salir realmente mal? – se preguntó.

Nunca había creído en la suerte ni en la magia, Ella consideraba su vida como una simple consecuencia de sus actos y cobardías. Ahora que lo pensaba, nada malo le había sucedido nunca, pero tampoco nada realmente bueno. Acumulaba muchas esperas y deseos frustrados o incluso nunca expresados, pero la tragedia nunca había llamado a su puerta. Ni tampoco la felicidad.

- Una gitana no puede maldecir a alguien como yo – pensó, casi sin convicción-.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Por culpa del día

¿Es posible que exista una distancia considerable entre lo que decido y pienso por la noche y lo que considero a la luz del día? Siempre me parece que el día pone un velo a mis pensamientos, mientras la noche me vuelve más lúcida y determinada. Y más aún, el día hace que muchas de las cosas que pensé durante la noche me resulten absurdas e impracticables.
Creo firmemente que si viviera sólo de noche estaría mucho más entera y amiga de mis contradicciones. Pero no, el día es demasiado claro, demasiado implacable...
Lo peor de todo es que amo tanto el sol! cierro los ojos y disfrutos esos colores anarajados que nacen en un rincón de mi retina y se extienden proyectándose en el interior de mis párpados...
Así nunca voy a conseguir reconciliarme conmigo misma, por culpa del día.

martes, 24 de agosto de 2010

Conversaciones que nunca tendré - volumen I

Hola! llamaba para dedicar este tema a (inserte aquí el nombre de quien se de por aludido), gracias! la radio está buenísima...



But you've got me down hearted, 'cause I can't get started...

miércoles, 3 de marzo de 2010

()

Últimamente no tengo nada en la cabeza. Simplemente existo. No sé a qué se debe este renunciamiento, este abandono de la pelea, pero lo cierto es que me observo aferrada a las pequeñas nimiedades de la vida cotidiana sin prestar atención a lo relevante, a lo irresoluble. Siento asco de mi misma, preocupada por el qué comer, dónde ir, qué leer. Ayer me desperté a este pensamiento y quedé sorprendida: ¿adónde se fueron mis pensamientos graves sobre el futuro, el propósito, la trascendencia? No queda sino este empecinamiento en subsistir. La levedad del ser. Un inocente bienestar.

move along, there's nothing left to see, just a body pouring down the street...