viernes, 17 de septiembre de 2010

¿Es lo mismo?

"...sólo quería preguntarles: en la próxima vida ¿quieren estar juntos o prefieren no volver a encontrarse?"
Agnes sabía que esa pregunta iba a llegar. Ese era el motivo por el cual quería estar con el invitado a solas. Sabía que en presencia de Paul no sería capaz de decir: "Ya no quiero estar con él". No puede decirlo delante de él y él no puede decirlo delante de ella, aunque es probable que también diera prioridad a intentar su próxima vida de otro modo y sin Agnes. Sólo que decir en voz alta en presencia del otro: "Ya no queremos estar juntos en la próxima vida, ya no queremos encontrarnos", es lo mismo que si dijeran "Entre nosotros no existe ni ha existido amor". Y eso precisamente no puede ser dicho en voz alta, porque toda su vida en común (veinte años ya de vida en común) está basada en la ilusión del amor, en una ilusión que ambos cuidadosamente alimentan y vigilan. Y por eso cada vez que se imagina esta escena y llega hasta la pregunta del invitado, sabe que capitulará y dirá contra su voluntad, contra su deseo: "Sí. Por supuesto. Quiero que en la próxima vida estemos juntos".
Pero hoy es la primera vez que se siente segura de que en presencia de Paul encontrará el valor de decir lo que quiere, lo que de verdad en lo más profundo de su alma quiere; está segura de que tendrá el valor, aún al precio de que todo lo que habia entre ellos se hunda.
"Preferimos no volver a encontrarnos". Estas palabras son como un portazo a la ilusión del amor.
La inmortalidad - Milan Kundera

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Abandónica

Se supone que uno no debería abandonar a sus amigos, o al menos eso pensaría cualquier persona socialmente adaptada y de buenas costumbres, entre las cuales me incluyo. M y yo fuimos amigas de acuerdo a esas mismas convenciones. Compartimos muchas experiencias, convicciones, desalientos, rencores. En todo el tiempo que duró nuestra amistad yo sentía esa presión sobre mi cabeza del no abandonarás a un amigo: ese había sido mi compromiso conmigo misma y con ella, sin importar lo que dijeran las circunstancias. Sabía que no sería fácil, por la propensión de M a entrar en ciertos períodos oscuros en los que se olvidaba de mi existencia y de los que emergía dolida y heroica (su vida siempre parecía mucho más difícil que la de cualquier hijo de vecino). Pero yo cargaba el estandarte autoimpuesto de que no la abandonaría, porque así debían de comportarse los amigos.
Sin embargo, no cumplí. Si bien le había asegurado que, aún después de las desavenencias, las desapariciones, los reclamos y demases, yo iba a estar esperando al final del túnel, no lo hice. Como un río que se queda seco de repente, un día me propuso reencontraros después de algún tiempo de distancia y no encontré respuesta para darle. Nuestra amistad había quedado vacía de sentido como una casa abandonada. Así nomás y sin mediar explicaciones, se interrumpió nuestra comunicación y no volví a saber más de M ni ella de mi. Al principio, transcurrían los días y me parecía que sólo estaba buscando las palabras para contestarle, quizás para asentir, quizás para dar lugar algún berrinche. Pero nada tenía sentido, todo era tedio.
A veces pienso cómo sería volver a encontrarnos casualmente en algunos años, meses o semanas. Quizás el rencor desaparezca, para dar lugar a la indiferencia o la curiosidad. Creo que ya no siento culpa por haberla abandonado: honestamente y más allá de mis mejores intentos, no pude encontrar ningún eco para su llamada.
Así que pensé en rendirle este pequeño homenaje. A una amistad abandonada, un juicio sin condena, o una condena sin castigo.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Dénme mi cuento de hadas, malditos!

Quisiera que alguien me explique por qué me gusta tanto esta pelicula y por qué cada vez que la veo espero ilusamente que el final sea distinto.

No consumo comedias románticas, no sé ni cómo llegué a ver esto (quizás porque me gusta Joseph Gordon-Lewitt o por la banda de sonido, que es de lo más genial), tampoco suelo volver a ver demasiadas películas, pero esto es la excepción a toda regla. Y lo peor es que creo que la vuelvo a ver por el empecinamiento en que el final sea otro, por creer infantilmente que esto no puede/debe pasar. Pero pasa, sí que pasa.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Gente de oficina - cosas que me molestan, volumen I

  • La gente que pasa cerca de tu box y estira el cogote para mirar tu pantalla, obligándote a hacer movimientos rápidos de alt+tab.
  • La gente que gesticula mientras tipea.
  • La gente que corre hasta la impresora o que se traslada corriendo por los pasillos –¿hay alguna cuestión de vida o muerte que pueda ocurrir en una oficina?
  • La gente que desliza términos en inglés mientras te habla en castellano.
  • La gente que te manda mails por cuestiones idiotas aunque estén sentados en el box de al lado. También me molesta la gente que escribe en el encabezado en vez de escribir en el cuerpo del mail.
  • La gente que acarrea llaves y van por la oficina haciendo ruido cual serpientes de cascabel.
  • Las minas que se visten como si esto fuera un evento de modas o un cocktail - esto es una oficina. Sí, es en Puerto Madero, pero sigue siendo sólo una oficina.
  • Las secretarias que hablan por teléfono sobre su vida sentimental y te obligan a escucharlas. También me molestan las secretarias que se pasan medio día en el baño maquillándose y el resto del día, en la cocina preparándose café. Bueno, me molestan las secretarias en general, sobre todo si tienen voz chillona.

martes, 7 de septiembre de 2010

Mentiras y misceláneos

No es fácil mentirme. No quiero decir que sea tan lúcida que siempre detecte las mentiras de los otros, todo lo contrario. Quiero decir que mi nivel de autoengaño es tal que probablemente termine asumiendo la mentira ajena como propia. O mejor dicho: le encuentro tantas aristas a las situaciones y relaciones que, en mi cabeza, la verdad y el engaño van de la mano, revolcados en un merengue y, en el mismo lodo, todos manoseados, como dice el tango.
De todos modos, hoy tengo la certidumbre de que me mintieron. Y creo que nunca antes había experimentado esta decepción.
¿Se supone que uno debería sentirse mejor cuando le mienten para no herir sus sentimientos? No sé, no entiendo nada.


Menos mal que estos días primaverales me están haciendo imposible deprimirme y además, no puedo negar el entusiasmo por las próximas vacaciones! Doy pequeños saltitos en la silla, me río sola y me trago los chicles, sii! me voy, me voy!!!

viernes, 3 de septiembre de 2010

Hoy le juego al suicidio

Viernes, día de abandonar el país vecino y regresar al hogar. Infinidad de trámites y nimiedades que resolver: completá este formulario, hacé esta fila, firmá acá, pasá tus cosas por allá. Siento que estoy en una cinta de producción masiva y voy a salir empaquetada o transformada en algo extraño. Al menos no hace falta pensar demasiado, sólo hay que entrar en el circuito y dejarse llevar.
Tomamos un taxi al aeropuerto y yo voy entrando en trance, ya me imagino con los pies en la cinta transportadora. El chofer tiene un acento que nos suena familiar: es argentino. Esto genera una complicidad obvia: respetamos y hasta admiramos al país vecino, pero somos argentinos y nos gusta serlo, qué demonios. El taxista nos cuenta acerca de su vida acá y sus ganas de volver a Buenos Aires. Le preguntamos a qué se dedicaba allá (o acá, mejor dicho) y nos cuenta que él hace teatro, Si, él escribe, produce y actúa. Aparentemente, las cosas no le fueron bien en el país vecino (acá la gente no se interesa en el teatro, dice), pero en Buenos Aires es bastante conocido y hasta cita como amigos entrañables a una serie de actores de primera línea. La pregunta que sigue es ineludible: "¿Por qué viniste a vivir acá"?. La respuesta, imprevisible. "Se suicidó mi mujer, y yo tenía que salir de Buenos Aires", dice. Silencio. Pasemos a otra escena.
Estoy por fin con los pies en tierra bonaerense. Gracias a Dios por haber sobrevivido una vez más al acto innatural de viajar a 10 mil metros de altura, gracias. Otro taxi me espera para llevarme a casa. No conozco al chofer, pero me cae simpático. Usa lentes gruesos y habla muy suace. Es algo parsimonioso, me pregunta mil veces si estoy cómoda. Conversamos sobre lo que hago, si viajo mucho y esas cuestiones. Me dice: "mi padre fue síndico, muy reconocido, los jueces lo nombraban en todas las causas importantes". Habla tan bajo que su voz se pierde entre los ruidos de la calle y la incipiente llovizna. Me esfuerzo por escuchar, pero igual percibo sólo fragmentos de la historia: "también enseñaba en la facultad, tenía más de 40 títulos (?)"; "...un excelente profesor, nunca regalaba una nota". Mientras trato de aguzar el oído para poder responder algo coherente, voy pensando en el chofer, hombre maduro, entusiasmado hablando de su padre, hasta con cierta solemnidad. Yo sigo observando el mundo desde la cinta que corre bajo mis pies, mientras espero que se complete la transformación.
Cuando vuelvo a prestar atención al discuso del taxista, lo último que escucho es: "Era un hombre brillante, mi padre...se suicidó hace tres meses"

jueves, 2 de septiembre de 2010

Cruzando las fronteras del otro, sin invitación

Ayer vi Let the right one in y me recordó una característica registrada en la mitología vampiresca que siempre me llamó la atención. Me refiero a eso de que el vampiro debe ser invitado a entrar y si cruza esa línea sin invitación le suceden cosas, cuanto menos, desagradables.
Así es que empecé a trasladar esta idea a mi cruda realidad y recordé cuántas veces me veo tentada a invadir los pensamientos ajenos, tecnología mediante. Quizás esta es una debilidad más afín al género femenino, entiendo que los hombres sufren de una deficiencia de atención alarmante en este sentido y nunca se dan cuenta del delicado entramado de pensamientos y conspiraciones que puede haber detrás de un nick de msn y un estado en fb (tomen hierro y espabílense, muchachos!). Pero lo cierto es que, al menos yo, tengo una habilidad sorprendente para interpretar estos signos que voy recopilando de aquí y allá, en el universo de tecnologías con que nos imaginamos más conectados, para luego crear un precioso patchwork que me permita inferir cómo piensa el otro.
Y muchas veces, el resultado es, al igual que en la imaginería chupasangre, desagradable. Vemos cosas en el otro que no queríamos ver, nos sentimos engañados, decepcionados. Queremos cerrar el libro malo y guardarlo en la heladera, como hacía Joey, de Friends, para no leer el final de Mujercitas.
Pero reincidimos, indefectiblemente, porque queremos demostrarnos que estábamos equivocados, así que desplegamos los retazos y rearmamos el rompecabezas, a ver si esta vez nos sentimos más conformes con el resultado.
Dicen que la observación modifica al sujeto, su comportamiento nunca es el mismo si se sabe observado. Por eso pienso que cruzar las fronteras del otro, sin invitación, es un experimento que puede ser peligroso y engañoso, como mínimo. Y, sin embargo, el mecanismo está tan internalizado en mi, que ya funciona independientemente de mi control y casi tiene la rigurosidad de un método científico: recopilar información, relacionar, formular tesis y antítesis…es un ejercicio siniestro, si.
Por las dudas: no me dejen entrar!

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Puff

Esta manía de saberme ángel,

sin edad,

sin muerte en qué vivirme,

sin piedad por mi nombre

ni por mis huesos que lloran vagando.

¿Y quién no tiene un amor?

¿Y quién no goza entre amapolas?

¿Y quién no posee un fuego, una muerte,

un miedo, algo horrible,

aunque fuere con plumas,

aunque fuere con sonrisas?

Siniestro delirio amar a una sombra.

La sombra no muere.

Y mi amor

sólo abraza a lo que fluye

como lava del infierno:

una logia callada,

fantasmas en dulce erección,

sacerdotes de espuma,

y sobre todo ángeles,

ángeles bellos como cuchillos

que se elevan en la noche

y devastan la esperanza.

(Exilio - Alejandra Pizarnik)