jueves, 14 de febrero de 2008

No podría haberlo dicho mejor




Julio Cortázar - La soledad

Zombie



La vida vista desde una resaca de fernet y vino barato, el limbo con todas las letras...

Hoy estoy cansada, me estalla la cabeza. Estoy acá, es decir: ocupo un lugar en tiempo y espacio, pero es como si no estuviera, como si mi mente anduviera en un viaje astral por otros mundos. Escucho como cortina musical a mis dos compañeros charlando sobre esas cosas de las que a mí nunca me gusta hablar: amor, relaciones, sentimientos y otros etcéteras...por qué será que me repele la gente que se ocupa en discutir y repensar cada actitud o comportamiento de sus semejantes para encontrarle su último significado y connotación? siendo objetiva, no creo que esto esté mal, probablemente es sano, pero será que en mi familia no se habla abiertamente de estas cosas y en general, se les resta importancia bajo la preeminencia de los hechos. Supongo que en mi casa impera el lema de que "las acciones hablan más qe las palabras" o de que "hay que predicar con el ejemplo". Asi que acostumbramos andar sumidos en un semi-mutismo labrando aquellas acciones que demuestran cuanto nos queremos, respetamos, admiramos, etc (por ejemplo, si quiero decirle a mi mamá cuanto la quiero, antes que decirle textualmente aquello, me intereso por saber cómo anda de salud o qué proyectos tiene en mente - porque siempre hay uno: manualidades, cocina, decoración del hogar, etc-).

viernes, 8 de febrero de 2008

Pájaros en la cabeza

Miraba a la ventana y soñaba con ser un astronauta pisando la luna
y el cielo lo cruzaban galeones, delfines, cometas, falúas.
Y en la pizarra el profesor dictaba los teoremas.
En su cabeza sonaba el canto de un gorrión, pájaros en la cabeza.

Salía siempre tarde castigado por no estar nunca donde debiera
y en casa le esperaban el tedio y la comida servida en la mesa.
De fondo el rumor de un televisor y madre suspirando.
"¿Dónde andas hijo mio? Siempre en las nubes," y nadie escucha el telediario.

Pájaros en la cabeza y volar
a donde las ventanas siempre están abiertas,
donde el humo de tus pasos nos enseña a vivir.
Pájaros en la cabeza y soñar
que aún contaré relámpagos contigo,
aunque el tiempo y la arena escondan el camino hasta ti.

El tiempo pasó y todos crecimos
-bueno, no todos, algunos seguían
mirando por la ventana y sobrevolando
la moqueta azul de la oficina.
En el trabajo aún se perdía
en las selva de sus sueños
y un grito le nombraba, le arañaba
y rompía el dulce sortilegio.

Madre aún seguía sirviendo la sopa,
"¿Cuándo sentarás la cabeza?
Un día la abriremos y bandadas de cotorras
escaparán de ella".

Él sonreía sin dejar
de mirar por la ventana,
soñando mundos mejores,
lluvias que caían sobre parejas que se amaban,
claveles en los fusiles,
barcos que sueltan amarras,
luces de faros, besos de mujeres que nunca,
nunca le miraban.

Pájaros en la cabeza y volar
a donde las ventanas siempre están abiertas,
donde el humo de tus pasos nos enseña a vivir.
Pájaros en la cabeza y soñar
que aún contaré relámpagos contigo,
aunque el tiempo y la arena escondan el camino hasta ti.

Una mañana de enero nuestro hombre
se subió a lo alto de la Torre España
para ver si al morder el azul gris del cielo
los pájaros callaban.
Mirando absorto la ciudad,
ni el rumor de su pecho escuchaba,
ni a madre, ni al televisor, ni a la oficina,
sólo un lejano batir de alas.

Cuando nos quisimos dar cuenta
nuestro chico había desaparecido.
Nadie en lo alto de la torre lo vio abandonar
la sombra gris del edificio.
Nadie lo vio caer al suelo,
nadie oyó sus carcajadas,
sólo el sonido de cien pájaros -o alguno más-
escapando de sus jaulas.

Nada se supo de este soñador,
del canto de sus aves,
hasta que llegaron cartas, retazos de sus alas
en forma de postales.

Pájaros en la cabeza y volar
a donde las ventanas siempre están abiertas,
donde el humo de tus pasos nos enseña a vivir.
Pájaros en la cabeza y soñar
que aún contaré relámpagos contigo,
aunque el tiempo y la arena escondan el camino hasta ti.

Pájaros en la cabeza y volar
a donde las ventanas siempre están abiertas,
donde el humo de tus pasos nos enseña a vivir.