miércoles, 8 de abril de 2009

Otra tarde invertida en quimeras

Sentada sobre la sabiduría milenaria de Oriente (sic), me dispongo a distribuir cavilaciones a diestra y siniestra. Ante un río sin fin (según la observación de un niño que paseaba ocasionalmente por ahí), busco entrar en el no-tiempo, lejos del deber y la necesidad. Expectativas demasiado elevadas, seguramente. La conciencia irrumpe pronto y me señala lo absurdo de mis pretensiones.

El tiempo. Pienso en que la medida del tiempo que me corresponde no puede ser torcida. Pienso en que no puedo desprenderme de esta morbosa conciencia, así como la náusea da lugar a la existencia y viceversa. Los otros están aquí. Ya no estoy sola y mi tiempo es el mismo tiempo que se lleva la sucesión de todos los días.

Pienso en toda la gente apta y corriente que espera mucho más de la vida que el verla perderse en estas tardes diáfanas de letras perdidas (guiño a Pessoa).
Me pregunto qué pensarán estos extraños que me ven al pasar, tirada en el pasto, con expresión soñadora, garabanteando en el papel. Cuántos lugares comunes suscitaré en el pensamiento de estos observadores ocasionales.

Si este río se rebelara y se alzara contra mí, todas estas niñerías se acabarían. Todos estos vanos intentos de hilvanar un motivo para mis pasos concluirían, torpes y plenos de absurdo.

So look see the days
The endless coloured ways
And go play the game that you learnt
From the morning

1 comentario:

Doctor Kaos dijo...

"Cuántos lugares comunes suscitaré en el pensamiento de estos observadores ocasionales". Increíble. Qué envidia, yo quería escribir eso...