jueves, 15 de noviembre de 2018

Invitación


Luego de fallar otra vez con C, me fui a dormir medio borracha y frustrada y soñé que se me caían los dientes. Prolijamente, 5 dientes. Yo estaba en un lugar extraño al que me habían mandado a hacer un trabajo. Habían improvisado un escritorio en una especie de depósito, rodeado de cajas, pero también prolijo en su desorden. Subí algunos pisos para inspeccionar el lugar, todo estaba medianamente ordenado. Luego llegó este hombre con patas de demonio, gruesas como culo de botella, y me preguntó si estaba todo en orden, le respondí profesionalmente que todo me parecía razonable hasta el momento. Me dijo que al último piso sólo accedería a partir de las 10 de la noche y descalza.

domingo, 29 de octubre de 2017

Silvina Elena


Le pregunté a Silvina Ocampo si A me quiere. Me dijo que 7, que en mi libro significa un sí perfecto. Le dije, Silvina, vos que estás muerta y conocés los penamientos de los hombres y sus fantasmas, ¿A me quiere? dijo que 7, dos veces. Le prometí entonces que, si tenía una hija, le iba a poner Silvina, Silvina Elena. Acaricié de nuevo las páginas del libro y lo abrí  al azar en una página cuyo número sumaba 8. Interpreté que esto le había gustado mucho, porque el 8 es 7 más 1, más que perfecto.
Sin embargo, A no me quiere, tía Silvina. Lo sé porque me lo dijo, no te hagas ilusiones, etc. No estoy convencida, y decido esperar. El no es una palabra tan ambigua, ¿qué significa? por el contrario, el número azaroso es siempre verdadero, todos saben que los números no mienten.
Mientras tanto, espero en el pasillo mientras él busca sus cosas y toca mi mano y con eso me alcanza.



Sueño



Soñé que encontraba un gato gordo en la calle, era realmente peludo y hermoso. Me acerqué y noté que era muy inteligente, parecía cantar. Luego me di cuenta de que de hecho cantaba, pronunciando las palabras humanas un poco torpemente. Desde ese momento quise quedármelo. Lo llevé dentro de una especie de teatro que estaba enfrente y lo alcé, sosteniéndolo como a un niño que no sabe caminar. Lo paseaba orgullosa, lo llevé hasta un lugar donde debía encontrar sus documentos. Él se comportaba como un niño curioso. Sentía una gran satisfacción con mi niño gato. Es la primera vez que experimento algo cercano al deseo de ser madre.

miércoles, 16 de agosto de 2017

Guam


Había llegado el momento. Pasó mucho tiempo ese día tamizando sus pensamientos para llegar a lo irreductible, pero sólo encontró un ruido blanco, un telón de fondo que no dejaba entrever nada. Afuera, las cosas parecían seguir con normalidad, excepto que no se veía a nadie en la calle. Suponía que la gente ya se había ido y los pocos que hubieran quedado estarían también pasando por algún ejercicio similar de meditación, tratando de sacar algún significado a la suma de sus días que concluirían en éste. Le sorprendía que en estos últimos momentos no hubiera tumultos, gente en las calles culpando al gobierno o a dios, gritando, inmolándose o queriendo matar a otros. Cualquier posibilidad parecía más lógica que esta calma imprevista, esta salvaje resignación. Quizás, después de todo, sí había una conciencia en cada una de estas personas, incluso en las más abyectas. O quizás sólo buscaran apartarse y morir en soledad, como los gatos. Como si la muerte fuera algo vergonzoso.

Tenía que hacer esa llamada antes de que se interrumpiera el servicio telefónico. Las cosas estarían aún funcionando por azar, suponía. Qué cosa extraña el funcionamiento del mundo. Hoy hasta había recibido el diario. Instintivamente fue a buscar el horóscopo, como todos los días antes de éste. No había horóscopo. Qué coherente, pensó.
Antes de marcar, se puso a pensar una vez más por qué estaba ahí, por qué había decidido quedarse sola en vez de reunirse con ellos. Trató por última vez de entender algo, pero en su mente sólo había recuerdos entrelazados, sentimentalismo barato y ninguna claridad. Es inútil, se dijo, y llamó a sus padres. La conversación fue breve y tensa. Ellos no entendían tampoco,  sentían lástima. Lástima por ella, lástima por ellos y por cada uno de los otros. No había nada qué decir, el silencio sólo era interrumpido por llantos sofocados.

Pensó luego en llamar a Alvaro, pero ya no quedaban razones para hacer nada. Faltaba poco. Era el final y había sido un privilegio conocer su hora con certeza. Se puso a meditar otra vez, rodeada de un silencio aberrante. Acostumbró sus oídos al silencio, así como sus ojos a la oscuridad de su interior. En el fondo escuchó algunos lamentos muy tenues. Mejor así, esto es más humano, pensó. Era el final y estábamos separados y llenos de recuerdos.

miércoles, 30 de septiembre de 2015

Basta, Sofía

Solía hablar de su oveja Nena, mascota devenida en cena familiar. La Nena respondía a su nombre como si fuera un perro, se acercaba a la puerta para que la acariciaran ella y sus hermanos. Cuando el padre decidió que había llegado la hora de la Nena, ninguno de sus hermanos, ni tampoco ella, quisieron comer. Se sentaron ante sus platos humeantes, sin decir nada, sin entender cómo lo que antes pedía cariño y lo aceptaba humildemente como un niño, se había convertido en ese amasijo caliente, perfumando de bienestar la casa.
Hoy en su casa no hay animales, sólo plantas, a las que dedica toda su atención. Su hora del día es el despuntar de la mañana, cuando todos duermen. Ella cuida de sus plantas, regándolas, moviendo la tierra, calculando su crecimiento. Un poco más de sol para esta, algo de sombra para aquella, abono para esta otra. Pasado el mediodía, el trabajo está terminado, el día merece acabar. A la hora de la siesta se desmorona de cansancio, su cuerpo dolorido, con sus huesos que delatan el paso de los años. Después, la tarde se hace larga. Nerviosa, muerde sus uñas, aunque ya casi no le quedan. Muerde entonces la piel que las rodea, sintiéndose avergonzada. De sus manos también, manchadas por la lavandina que usó irresponsablemente toda su vida. Irresponsablemente no, más bien sin cuidado de sí misma, sin pensarse nunca, sólo en el bienestar de su familia. Ese enjambre de adultos extraños, sobre todo la hija. El hijo había salido bastante bien, le había dado tres nietos. Ahora sufría porque la olvidaban y la hacían sentirse frágil. ¿La recordarían después? ¿Entenderían? Al menos eran su legado, y se convertirían en algo que ella no llegaría a conocer, mejor así.
La hija era otra historia, siempre ajena, separada. Nunca pudo entenderla. ¿Cómo pudo haber salido de ella, se preguntaba? O de él, de quién, de dónde. Con ese estilo de vida inexplicable jamás tendría hijos. ¿Realmente quería ser tan distinta a ella, a su madre?
Ese día se murió una de sus orquídeas. Esas plantas extrañas, que no toleran demasiado de nada. La había cuidado con tanto esmero, imaginaba que se entendían, que tenían algún acuerdo tácito. Ese entendimiento que nunca tendría con su hija. Cuando advirtió que la orquídea no florecería, no pudo evitar sollozar calladamente, sintiéndose estúpida inmediatamente después.
Ese mismo día su hija le contó aquello. El misterio que la envolvía se disipó y entonces entendió que en el fondo, no quería saber. La hija hablaba, el padre preguntaba, asentía, mientras ella imaginaba esa escena de su infancia que agradecía no haber visto. Nelly esperando a su verdugo. Sus ojos confiados, añorando alguna caricia y luego, el cuchillo traicionero, su sangre carmín empapando el pasto recién cortado.
Lo que ella escuchaba ahora era peor que ese recuerdo que nunca tuvo. Estupefacta, solo atinó a decir: basta, Sofía, basta.

domingo, 25 de mayo de 2014

Madre

Mi mamá llora silenciosamente,  o asi me parece porque la escucho sorber sus lágrimas desde otra habitación. Viene a buscarme y me dice te quiero. La ignoro con cara de piedra, porque estoy enojada, extraña, usando como excusa una situación actual, pero enojada por cosas lejanas, de otros tiempos.
Creo que nunca me voy a poder morir por el amor que siento por ella, y eso me enoja, me ata al futuro, a seguir en el mundo, insatisfecha.

martes, 20 de mayo de 2014

No está tan mal

En la vida sólo quise una cosa, una única cosa que siempre me fue negada. Mientras tanto, el resto de las cosas que se me ofrecen no hacen mella en mí. Pero a la vez también, accidentalmente, a veces hago cosas que significan algo para otros. Soy un héroe imprevisto. No está tan mal.
Sufro mucho, pero a veces me alegro de ser esto y no lo otro, de estar un poco apartada de las cosas, de que mi vida haya seguido caminos sutilmente inesperados, de no tener miedo.
Miento: de algo sí tengo miedo y es de no poder volver a escribir. Tengo tantos papeles empezados por ahí y nada ve su resolución, todo se pierde en el decir nada. Seguramente esto también se perdería si no fuera que necesito expulsarlo, dar este manotazo de ahogado, decir, ya escribí algo, ves?
Bueno, no está tan mal.