jueves, 26 de agosto de 2010

Gitana

- Saca un billete y arróllalo en tu mano frente a este huesito santo -le dijo la gitana –.

Empezó a hablarle justo cuando Ella se había sentado cómodamente en un banquito para mirar el mar y comer una breve merienda. Se había encaminado hasta ese lugar casi sin pensarlo, en un arrebato que le había propinado una buena dosis de optimismo. Estaba en ese lugar desconocido cumpliendo con unas obligaciones laborales, así que la posibilidad de disfrutar de un momento agradable robado a la rutina diaria le hacía sonreír por dentro. Buscó un lugar tranquilo, lejos de los transeúntes que iban y venía por la costanera, se sentó y consumió su café, sorbo a sorbo.
Y entonces apareció la gitana. Empezó pidiendo algo que fumar o comer, Ella le dio algo de su merienda porque nunca había sido capaz de negar lo inmediato y hasta le parecía un privilegio poder compartir algo suyo con un extraño (curioso pensamiento). Entonces la gitana le mostró un manojo de cartas gastadas y le pidió que saque una, en agradecimiento. Y Ella lo hizo, arrepintiéndose al instante.

- Esta carta me muestra que eres una persona buena, que tienes un buen trabajo, pero ese dinero que llevas, no es tuyo –dijo-. Hablaba demasiado rápido, Ella estaba confundida.
- Has sufrido muchas decepciones, te han engañado, tienes muchas deudas – continuó la gitana- La gente te envidia, eres linda, te han echado una maldición.

Soltaba todas estas cosas como una catarata, sin dejar de mirarla fijo a los ojos. Ella empezaba a ponerse nerviosa: nunca había considerado a la suerte como un factor que incida en su vida o en sus decisiones, así es que todo esto debería resultarle indiferente y, sin embargo, le producía cierto temor.

- Es que no creo en estas cosas –Ella trató de explicar-. Le agradezco, pero mejor me voy.
- Saca un billete y arróllalo en tu mano frente a este huesito santo – le dijo la gitana, sin escucharla-. Así te vas a sacar esa maldición, porque ese dinero no es tuyo y el dinero es una ilusión.
- No, ya está bien, yo…voy a estar bien…- balbuceaba, mientras se levantaba para irse.
- No me dejes con la suerte a medias, niña, o voy a tener que maldecirte. Toda esta gente te envidia – dijo, señalando a los desconocidos que pasaban por el lugar y ahora la miraban extrañados-. Vas a sufrir y todos se reirán.

Ella ya caminaba dándole la espalda, acelerando el paso por esas calles desconocidas. Se sintió inmediatamente mejor, después de haber salido de ese encuentro desafortunado. Las palabras de la gitana se le arremolinaban en la mente, mezclándose sin sentido. Empezó a deambular sin rumbo, las caras de las personas que veía le resultaban algo siniestras. “Toda esta gente te envidia”, había dicho la gitana.
Después de un rato de andar sumida en sus pensamientos, se dio cuenta de que no sabía dónde estaba. Quiso preguntarle a alguien que pasaba caminando con cierto apuro, pero las palabras salieron atropellándose unas a otras y así también vino la respuesta del desconocido. Esa incomunicación le dejó un sabor amargo en la boca.

- ¿Será que ahora las cosas van a empezar a salir realmente mal? – se preguntó.

Nunca había creído en la suerte ni en la magia, Ella consideraba su vida como una simple consecuencia de sus actos y cobardías. Ahora que lo pensaba, nada malo le había sucedido nunca, pero tampoco nada realmente bueno. Acumulaba muchas esperas y deseos frustrados o incluso nunca expresados, pero la tragedia nunca había llamado a su puerta. Ni tampoco la felicidad.

- Una gitana no puede maldecir a alguien como yo – pensó, casi sin convicción-.

2 comentarios:

El Gaucho Santillán dijo...

Que bien escrito!

Amerita una continuaciòn, me parece.

bueno. muy bueno.

Un abrazo.

SOL dijo...

Nahhh no te hagas la cabeza, son todas pavadas esas cosas. Seguro que quería afanarte el billete que sacaras.
Algunos necesitamos esforzarnos más que otros para conseguir lo que queremos, pero si pensamos que vamos a poder y ponemos todo nuestro empeño en eso, lo haremos.
Buen finde, besos!