Seré siempre la que esperó a que le abrieran la puerta, junto a un muro sin puerta
domingo, 3 de junio de 2012
Breve e inútil
En mi infierno personal, todas las canillas gotean, todas las luces están encendidas y los sentidos no se pueden apagar.
Las manos siempre tiemblan y todo lo que escucho es un halago repetido que no puedo aceptar.
2 comentarios:
El halago puede ser una perversa forma de humillación, pienso ahora. Soterrada, y por eso, bien maligna.
Saludos.
Un halago que uno no puede aceptar es más doloroso y triste que el peor de los insultos.
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