jueves, 2 de septiembre de 2010

Cruzando las fronteras del otro, sin invitación

Ayer vi Let the right one in y me recordó una característica registrada en la mitología vampiresca que siempre me llamó la atención. Me refiero a eso de que el vampiro debe ser invitado a entrar y si cruza esa línea sin invitación le suceden cosas, cuanto menos, desagradables.
Así es que empecé a trasladar esta idea a mi cruda realidad y recordé cuántas veces me veo tentada a invadir los pensamientos ajenos, tecnología mediante. Quizás esta es una debilidad más afín al género femenino, entiendo que los hombres sufren de una deficiencia de atención alarmante en este sentido y nunca se dan cuenta del delicado entramado de pensamientos y conspiraciones que puede haber detrás de un nick de msn y un estado en fb (tomen hierro y espabílense, muchachos!). Pero lo cierto es que, al menos yo, tengo una habilidad sorprendente para interpretar estos signos que voy recopilando de aquí y allá, en el universo de tecnologías con que nos imaginamos más conectados, para luego crear un precioso patchwork que me permita inferir cómo piensa el otro.
Y muchas veces, el resultado es, al igual que en la imaginería chupasangre, desagradable. Vemos cosas en el otro que no queríamos ver, nos sentimos engañados, decepcionados. Queremos cerrar el libro malo y guardarlo en la heladera, como hacía Joey, de Friends, para no leer el final de Mujercitas.
Pero reincidimos, indefectiblemente, porque queremos demostrarnos que estábamos equivocados, así que desplegamos los retazos y rearmamos el rompecabezas, a ver si esta vez nos sentimos más conformes con el resultado.
Dicen que la observación modifica al sujeto, su comportamiento nunca es el mismo si se sabe observado. Por eso pienso que cruzar las fronteras del otro, sin invitación, es un experimento que puede ser peligroso y engañoso, como mínimo. Y, sin embargo, el mecanismo está tan internalizado en mi, que ya funciona independientemente de mi control y casi tiene la rigurosidad de un método científico: recopilar información, relacionar, formular tesis y antítesis…es un ejercicio siniestro, si.
Por las dudas: no me dejen entrar!

7 comentarios:

El Gaucho Santillán dijo...

El asunto es cuanto es real, y cuanto es imaginaciòn.

Como se corrobora, que tu intuiciòn, es certera?

Esto, es un teatro, "solo para locos", como decìa Hesse.

Un abrazo.

SOL dijo...

Pasa lo mismo cuando queremos entrar en la vida, de una manera más real y menos virtual, de alguien que no está preparado/disponible para recibirnos. Estaría bueno aprender a preservarnos un poco...

Nina Regina dijo...

yo diría que todo es imaginación mientras no salga de la boca de la otra persona...

y si, también aplica a encuentros no puramente virtuales. Hay tanta simulación, tanto tire y afloje en las relaciones, no?

Pablo dijo...

Nina!

Qué bueno que la hayas visto, che!

Está bueno preservarse y también saber apreciar el misterio en el otro como para que no se pierda cierta "mística". Cuando uno cruza ciertos límites suele llevarse decepciones que reafirman el tedio, hay que dejar alimentar nuestra fantasía también.

Beso!

Nina Regina dijo...

uff, me interesó lo de "decepciones que reafirman el tedio"! parece escrito por mi! jaja

I. dijo...

Ya no me animo a violar ciertas fronteras. Miedo a lo desconocido, le dicen, y eso porque muchas veces antes he conocido lo desconocido sin ser invitada, y no señor, no me gustó ni un poquito. ¡Sabios los vampiros!
Salut.

Nina Regina dijo...

Si, así es, Frestón! mejor abstenerse de cruzar ciertos límites, lo más probable es que suframos una decepción!