domingo, 22 de mayo de 2011

Tardío adiós a la infancia

El sábado por la madrugada, el techo se desmoronó sobre mi viejo piano. Los detalles no importan mucho: el ruido atronador, la fuerza desconocida que me impulsó a salir de la cama contrariando el miedo, la perplejidad ante el living lleno de escombros y entre ellos, el cadáver de mi querido piano. Suelo tener reacciones absurdas ante las situaciones extremas, pero nada como estar parada en el umbral de la puerta, mirando impávida la inusual escena y pensando solamente esto: mi infancia está acabada. Sí, parece que hasta este momento no había entendido aquello que los espejos denuncian cada día.

El último símbolo de mi infancia, en ruinas. Si bien ya no le dedicaba tiempo, saber que el piano estaba ahí era como dejar una puerta entreabierta a esa persona que fui, como si aún pudiera alcanzarla, reconciliarme con ella. Ahora conozco que no voy a poder volver el tiempo atrás.


Lo peor es pensar en deshacerme del pobre piano: venderlo o encontrarle una ubicación en la casa, ya que las marcas que lo desfiguraron le quitaron el honor de ocupar un lugar en el living.

Y todo esto me resulta tan extraño como si me forzaran a asistir a mi propio funeral.

3 comentarios:

José A. García dijo...

La historia de tu piano, y tu infancia, es una bella metáfora de lo que nos pasa a todos, todo el tiempo, el no darnos de cuenta de hacia dónde vamos hasta que no llegamos. Y una vez allí, ya no hay marcha atrás...

Saludos

J.

Carlos dijo...

Faaaaaaaaaaaa...qué tremenda imagen la que generas al leer el texto...

Inevitable sentir tristeza por aquel piano que tantos silencios llenó...

¡Un abrazo para Vos y otro para tu Piano!

Sir Lothar Mambetta dijo...

Lo de asistir a su propio funeral es terrible. Espero no estar presente el día que me muera.

Un beso.